Cuentos y Leyendas de Honduras


Cuentos y leyendas de Honduras

 

Son numerosos los personas que forman parte del folclor y creencias populares en Honduras .Esta es otra de las leyendas insólitas que nos contaban nuestros abuelos.

Algunas Leyendas
La Lluvia de Peces
Según el folclore, popular, es un fenómeno meteorológico extraordinario que sucede en la ciudad de Yoro, a un kilómetro de distancia, hacia el Suroeste de la población, en la llanura llamada "El Pantano", que limita al Oeste con el cerrito de "El Mal Nombre". Consiste en una lluvia de peces que se sucede anualmente, entre los meses de mayo y julio, iniciando generalmente a las cuatro o cinco de la tarde, con una nube negra, seguida de fuertes descargas eléctricas, que aparece en el cerro de Mata Agua.
Según los habitantes de Yoro, este fenómeno ha venido ocurriendo en esta zona desde hace más de un siglo.
Testigos de este fenómeno señalan que comienza con un oscurecimiento del cielo causado por nubes densas, seguido por relámpagos y truenos, vientos fuertes, y una lluvia copiosa que dura de 2 a 3 horas (comportamiento típico de las tormentas tropicales). Una vez que la lluvia ha cesado, los pobladores encuentran cientos de peces esparcidos por el suelo, aún vivos. Los pobladores los recogen y transportan a sus casas para cocinarlos y comerlos posteriormente.
Los peces son de agua dulce, siempre se los encuentra vivos, y, según los pobladores, no son del tipo de peces que se encuentra en áreas cercanas.
Muchas personas atribuyen la aparición de los peces al milagro de un sacerdote católico español, el padre Manuel De Jesus Subirana, considerado por muchos como un santo. Subirana visitó Honduras entre 1856 y 1864. Al encontrar mucha gente pobre y hambrienta, oró durante tres días y tres noches pidiendo a Dios un milagro que ayudara a los pobres a conseguir alimento.
Pero Varias teorías se han formulado para explicar científicamente, este curioso como interesante fenómeno; pero la que parece más acertada es la que lo atribuye a una tromba marina procedente del Atlántico, por la constante dirección de donde la nube procede, por ir el aguacero acompañado de frecuentes y formidables descargas eléctricas, y por caer invariablemente en la planicie de "El Pantano", en donde, debido a la existencia de minerales de hierro, hay quizá, un polo que atrae a la tromba, en la cual vienen los misteriosos pececillos.






El Jinete Sin Cabeza
Y el silencioso crepúsculo se arrebujaba entre la dulce meditación en que la llanura solía extasiarse. Las aves herían con su alegre sinfonía la quietud majestuosa de la tarde. Lejos donde el sol parece arder entre el candente pebetero de la lejanía, un grupo de garzas van copiando sus finísimos plumajes en los colores maravillosos de los exóticos paisajes, en cuyos celajes hay tintes de presagio de penas melancólicas. Todo el ambiente parece guardar instantes de santa meditación, y en las copas floridas de los centenarios árboles, el viento arrecuesta sus erizados cabellos.
Es verano. Y toda la llanura está reseca y solitaria, con aquella triste melancolía. Ha sido un atardecer maravilloso, y pronto sus poéticas bellezas devorarán la noche que pronto llegará. Allá en el corredor de la Hacienda, el Viejo Patrón lee con devota atención el periódico del día, volando de cuando en cuando bocanadas de humo de pipa.

Son pasadas las seis de la tarde; este busca tomar un poco de aire fresco. En los corrales, el ganado espera entrar en reposo y de cuando en cuando óyense los últimos gritos de los sabaneros que arrean una punta de ganado de ordeño. La peonada se ha concentrado en la cocina y sentados al contorno de una mesa tosca y ennegrecida saborean con apetito la merienda del día.
Los congos con sus notas de órgano no cesan de cantar el allegro grandioso.
Todo el llano se puebla de sombras y en los corredores de la inmensa casona de la hacienda los candiles lanzan su luz cobriza. Patricia, la hija mayor del Patrón, se ha acercado hasta su lado un poco nerviosa, pues Rosendo, uno de los sabaneros acababa de contar, una terron'tica narración, de las que suelen contarle cuando termina el trajín.

-¿Qué te pasa hija mía? Preguntó aquel viejo, apartando un rato su pipa de su boca, con aquella seriedad de hombre respetable.
-Vieras papá,, que Rosendo estaba contando en la cocina que aquí asustan,, que llega tocias las noches hasta el corredor un jinete sin cabeza.
Una sonrisa picaresca dejó escaparse de entre su tupido bigote.
-No temas hijita, son supersticiones; son leyendas que estos hombres suelen contarse en sus ratos de ocio, para pasar el tiempo.
-Pero papá, dijo la chiquilla, ¿a qué viene esto?
-Yo te lo contaré, escúchame.
-Siendo yo bastante joven, me contaba mi abuela que en aquellos dorados tiempos cuando la hacienda contaba con todas las comodidades del caso, pe celebraba con gran pompa la fiesta del nacimiento del Niño Dios, por supuesto que era una fiesta preparada, donde nadie de la numerosa concurrencia se iba con el estómago vacío. Pues bien, Luciano, muchacho de buenos sentimientos, hijo del Patrón de la hacienda, tenía una novia, la cual quería mucho, por lo cual estaba haciendo preparativos para la boda, cuya fecha fijada sería el 25 de diciembre, en que se casaría con Carmel ita, una preciosa chiquilla, la flor del llano, que había entregado la fragancia de su perfume a un corazón enamorado.

José, sabanero dotado de malos sentimientos, que trabajaba en una de las haciendas cercanas a esta, estando también enamorado de Carmelita y lleno de celos, al saber que ésta pronto se casaría con Luciano, decidió una tarde irlo a "ispiar" al cruce del camino de la plazuela, y así saciar su criminal y cruel instinto.
En efecto Luciano sin saber nada de lo que ocurría, volvía alegremente a la hacienda, cuando al pasar por el lugar, José sin masticar palabra alguna se lanzó encima del desafortunado muchacho descargando su arma criminal y cortándole la cabeza.
El criminal se dio a la fuga y no se volvió a saber más de su paradero. Por eso hija mía cuando en las noches de luna y calma, y el llano duerme entre misterios o secretos, se escucha el trotar lejano de un caballo que viene acercándose a la hacienda, luego se oye que desmonta alguien, entra al corredor después de pasearse largo rato vuelve a montar y se aleja por el llano.
Cuentan los que han visto que es un jinete sin cabeza, es el mismo que en otros tiempos fue víctima de aquella tragedia pasionaria; es el alma de Luciano que busca entre el misterio de la muerte y la realidad de la vida, la linda mujer de sus sueños perdida en vísperas de su boda.
-Ya vez, hijita, esta es la leyenda que Rosendo quiso contarles a los compañeros. Ahora, anda tranquila a dormir, que yo te seguiré, y olvida esa superstición, y que Dios te acompañe.
Patricia después de oir aquel relato, dio un beso a su padre y paso a paso sumida entre un profundo silencio, fue en busca del descanso. En el zaguán sillero, un sabanero al compás de una vieja guitarra, rumiaba sus penas en las dolientes notas de una canción, triste y sentimental, canción que lleva y vuela en la fría brisa de los llanos a ser posadas en las copas florecidas de los árboles centenarios, canción que hace llegar hasta el blando lecho, donde duerme la amada mujer, de sus sueños.



 


El Cadejo

La leyenda dice que tras observar todos los males que aquejaban al pueblo, Dios decidió crear una figura que atemorizara al ser humano, pero con el fin de protegerle. De allí surgió un ser con morfología de perro, con ojos rojos y de color blanco como las nubes, que se encargaría de protegerle. El demonio, enojado por la acción del Padre, formó una copia idéntica pero de color negro, que provoca pavor en aquel que lo observa.
Existen por tanto dos cadejos, el blanco y el negro, el primero representa la bondad y a quien se lo encuentre lo cuida. El negro, por el contrario, de ser molestado atacará a quien lo perturbe. Incluso el cadejo blanco eventualmente defiende a quien resguarda al encontrar el cadejo negro en su camino, trabándose entre los dos una fiera lucha.
De este animal se cuenta mucho. El Cadejo se le aparecía a los viajeros nocturnos, algunas veces acostumbraba a acompañar a los hombres, pero solo a los solteros. Así como defendía a su acompañante, le molestaba que éste no hiciera su voluntad, y cuando se enojaba era muy peligroso porque se convertía en un animal de inmenso tamaño.
Cuentan algunas personas que el Cadejo se alimenta de sangre de otros animales, muchos narran que en ocasiones se atravesaba en la calle y no dejaba pasar a su acompañante, si este se resistía se agrandaba y se le tenía que obedecer, al día siguiente corría el rumor que más adelante había un asalto o estaba la Guardia golpeando a todo el que pasaba.

El Cadejo en su mayoría no ha sido visto como susto, sino como un ser nocturno y de propiedades sobrenaturales, los que lo vieron dicen que era del tamaño de un cachorro, nariz puntuda y al caminar provoca un sonido como el que producen los casquitos de una cabra. Cuando se siente lejos es que está cerca, quizá junto a uno y si se siente cerca es que está lejos.
A menudo el Cadejo luchaba con otros espíritus, inclusive hasta con hombres para defender a su acompañante, muchos quisieron alguna vez tocarlo pero nadie ha dicho haber podido hacerlo.



 La Sucia
...Le gritó: “Toma tu teta”
Antes de la segunda guerra mundial, la escuela Coyocutena era muy visitada por los gringos llegando algunos a permanecer aquí varios años; allá por el 27 o 30 llegaron tres: uno dentista, otro mecánico y el tercero experto en seleccionar melones. El primero en conseguir trabajo fue el dentista, el mecánico era muy aplicado al trabajo y se apenaba al ver que su compañero, el experto en melones, nada hacía y se mantenía con un apetito extraordinario, de modo que lo mandó para Comayagua a donde el dentista para que le consiguiera trabajo. Como tal cosa no fue posible, aquél lo regresó a Coyocutena, no sin haberlo entrenado en el arte de montar a caballo, pues casi siempre se caía al otro lado al montarse.
Una noche de sábado los alumnos bailaban unos con otros y se divertían al ver al mecánico que entrenaba a uno de ellos para que ganara en un concurso de resistencia de baile; cuando alguien dijo que del lado de la montaña se oían unos gritos muy feos. Salimos todos y yo les dije que podía ser una persona perdida, que encendieran la luz y fueran a buscarla.
“No vayan porque esos son gritos de chacal”, dijo el gringo. Todos callamos porque aquí no hay chacales.
Había un alumno como de 27 años de edad, que para sus compañeros era la suprema autoridad en asuntos de campo, quien al ser interrogado, dijo: “No se atrevan a hacer tal cosa, porque esa es La Sucia, en la quebrada de La Guama ha azorado a muchos trasnochadores”.
Nuestros campesinos cuando van a la escuela se vuelven ocurrentes y chispeantes como los de las ciudades, así pues, apenas terminó Pedro con su actitud de Magíster, su corto discurso, otro del grupo dijo “Entonces que vaya Conde, porque como él es hereje, a nada le tiene miedo”. Se refería a un inteligente alumno portador de un aristocrático apellido de Danlí, la gente del pueblo era muy religiosa, pero que la de la alta sociedad era lo contrario. Pero a pesar de que este buen muchacho salía a cazar casi todas las noches, se negó rotundamente, también él tuvo miedo a pesar de todo. De modo que nadie fue a ver el caso.
A desayunarnos íbamos el siguiente día, cuando el experto en melones llegaba, con tan buena suerte, que había que ver su actitud cuando se servía el cuarto tamal y decía: “These tamales taste like a milliondollars”. Estos tamales saben como millón de dólares.
Pero yo no olvidaba el asunto de La Sucia. De modo que llamé a Pedro para que me diera detalles.
“Ay señor!” prorrumpió, “hace algún tiempo don XX, casado y con numerosa familia, pretendía a una señorita, con malas intenciones, pues él era casado por la iglesia. Un día la convenció de que saliera a conversar con él por la noche, pero en vez de venir a donde él, ella tomó el camino del río; caminaron sin detenerse hasta llegar a Talanguita, una sabana que tiene más de un kilómetro de larga, cuando él notó que tomaba el camino de Castillo, ya como a una legua del pueblo, la llamó por su nombre; entonces ella dio media vuelta, extrañándole a él que aquella mujer tenía una cara como de una vara de laga, quien al verlo soltó una estrepitosa carcajada, mostrándole unos dientes tan largos como los dedos de las manos, puestos de punta, y sacándose de la camisa una enorme mama. Le gritó: “Toma tu teta”, y fue hasta entonces que el señor XX pudo dar media vuelta, pues el cuerpo se le había quedado dormido del susto. Corría para su casa tan velozmente que parecía no tocar el suelo. No tuvo tiempo de buscar la puerta que le dejaban destrancada, tirándose pro la de la calle con tanta fuerza que la tranca que la aseguraba saltó como catapulta haciendo un hoyo en la pared opuesta, y de un salto se metió al rincón de la cama de su esposa, la que extrañando aquello, le dijo: “Qué diablos has visto?” “Yo no tengo miedo al Diablo”, dijo el hombre, todavía temblando. Cuentan que desde esa fecha fue un buen marido y amoroso padre.
Este hecho, que favorece la moral en todos sus aspectos, demuestra que la Señora Sucia es un espíritu bueno, pero es posible que ella no lo sepa, de otro modo ya la veríamos apareciendo, no solamente en los despoblados y pueblos, sino que también en la ciudad, y con eso ganaría mucho la moral Cristiana y el orden social establecido. (Pompilio Ortega).

Del Creador: Jorge Montenegro
  
    * El Cadejo
    * Los Duendes
    * La Mula herrada
    * El Bulero
    * La Sucia
    * La Carreta Fantasma
    * El Gritón
    * El Timbo
    * El picudo
    * El Cíclope de la selva Misquitia
    * la llorona llora por los hijos "Mis hijos..."

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